De Grexit a Gréxito

De Grexit a Gréxito

No me gusta particularmente ejercer el trabajo de oráculo pero, haciendo una excepción, creo que la posibilidad de que Grecia salga del euro durante 2015 ó 2016 es realmente alta. Trataré de justificar el porqué de esta hipótesis, bautizada durante los últimos años por los diarios económicos anglosajones, tan dados a inventar palabras, con la mezcla de los términos “Greece” y “exit” en el compacto “Grexit”, que puede estar ahora mucho más cerca en convertirse en cierta.

Cuando se desató la crisis subprime con toda su virulencia en Europa y comenzaron a incrementarse las dificultades para los países periféricos, la Unión descubre que Grecia había estado mintiendo patológicamente sobre sus finanzas desde su incorporación no ya al euro, sino a la CE.

La debacle económica fue, efectivamente desencadenada por la crisis subprime en EE.UU, y desde allí se contagió a los distintos países del mundo. Como cualquier enfermedad, se transmitió e infectó a distintos cuerpos con resultados dispares, pero afectó en mayor medida a los más débiles. Entre ellos estaban, sobre todo, las economías del Sur de Europa con esquemas económicos basados o bien en un nivel de crédito artificialmente barato (esto es, no fundado en las realidades de la economía propia, sino por gracia de un tercero) que aumentó los precios y creó grandes déficits en la balanza de pagos (por ejemplo, en Islandia o Portugal), o bien con procesos inflacionistas y formación burbujas inmobiliarias (o ambas, como en el caso de España o Irlanda). El caso de Grecia tenía más aditivos, porque había también un elemento adicional, las enormes ayudas públicas recibidas “gratis et amore” de la Comunidad, luego Unión Europea.

Lo descrito no deja de ser la sintomatología; las causas subyacentes de la enfermedad fueron una combinación de limitadas ventajas competitivas reales (escasa innovación e industria, casi nulos recursos naturales), Estado sobredimensionado, corrupción y baja formación educativa de sus ciudadanos. Los cuerpos sanos parece que ya han pasado la enfermedad, y así sucede con los EE.UU. cuyos principales índices bursátiles llevan desde buena parte del año pasado por encima de los niveles récord de 2007.

En el caso de Grecia la situación de 2010 era sencilla. Cuando no hay salida, la única la alternativa es ir hasta el fondo. Y eso es precisamente lo que hizo, mantenerse dentro del euro obligada, para que la música siguiese sonando, ya que en el interior de la zona euro los costes de financiación se mantenían artificialmente bajos, que era su único objetivo. Grecia era una bomba a punto de explotar. Desde la perspectiva europea, el problema no era en realidad Grecia por sí misma, sino la total imbricación de los sistemas financieros europeos y globales. Los mayores acreedores griegos eran Alemania, Francia e Italia, ninguno de los cuales estaba en disposición de hacer sufrir a sus bancos una quita de ese tamaño, cuando se cuestionaba su solvencia por la exposición a activos financieros americanos de dudoso olor. Hubiera podido ser una nueva versión económica de la guerra en dos frentes que llevó a Alemania a la derrota en 1945. Por lo tanto, el objetivo era desactivar o retardar la bomba griega.

Angela Merkel pasará a los manuales de desactivación de explosivos por haber conseguido convertir la bomba atómica griega –que, de haber explotado de forma incontrolada, podía haber hecho saltar el euro y Europa por los aires- en un petardo más o menos sonoro, pero por lo demás inconsecuente. Repasemos cómo ha sucedido.

El primer paso fue “sostenella y no enmendalla”. Negar el problema lisa y llanamente para sembrar la duda entre el resto de agentes económicos y ver qué pasa. Igual es cierto y Grecia no está quebrada. Pero esta vez no cuela, el problema era demasiado grave para solucionarlo así, por lo que pasamos a la fase dos: “patada pa´lante”. En esta fase, se refinancia la deuda griega entre grandes abrazos y muestras de solidaridad europea. El objetivo es ganar tiempo para realizar la operación de separación, o sea, el paso tres: “preparados para soltar amarras”. Aquí es donde estamos.

Por parte europea, los bancos han tenido tres ejercicios completos con financiación barata, cortesía del BCE, para ganar dinero de forma gratuita (barra libre de dinero europeo al 1% que después se invierte al 4% en deuda pública, unos 12,000 millones de euros anuales de beneficio sólo para los bancos españoles) y destinarlo a enjugar las pérdidas de los años anteriores, y provisionar la deuda griega. Por la otra parte, se puso en marcha el mecanismo para volver a poner a Grecia sobre sus propios pies.

Después de una serie de ajustes radicales, Grecia tiene superávit primario, esto es, recauda más de lo que gasta con excepción de los gastos financieros. O sea, ¿que si hago default en la deuda pública me está diciendo que el Estado griego ya es viable, no? El otro elemento necesario para sacar a Grecia del euro es que sea capaz de autofinanciarse, porque el binomio quita-desaparición del crédito es indisoluble. Por lo tanto, es necesario mantener un balance de pagos positivo, cosa que ha conseguido Grecia por primera vez en 2013, después de 7 años de crisis. Además una moneda cara como el euro me molesta para exportar más todavía, ¿no? Si es que me lo están pidiendo…

A comienzos de 2014 el euro ya no está en cuestión, los bancos se han recapitalizado, las pérdidas se han absorbido, Grecia representa menos del 2% de la economía europea y tiene superávits de balanza de pagos y fiscal primario. Armisticio en el frente oriental, Alemania respira. Ahora es cuando los griegos de a pie han perdido definitivamente la partida (los que han hecho sacrificios, no la élite extractiva), porque sus esfuerzos han sido dirigidos por una Europa preocupada por taponar la herida, no por crear un país social y económicamente más justo. Los griegos van a ver una recompensa muy mediocre a su gran esfuerzo, aunque todavía no lo saben.

El paso cuatro es “bye, bye, julay”. Se ejecuta la maniobra previamente pactada con el gobierno griego: default, vuelta al dracma y supervivencia a la argentina (con superávit fiscal primario y sin crédito internacional), pero por lo menos la deuda pública pasa de un 200% a una cantidad nula a través de una quita y/o hiperinflación posterior en dracmas. El dracma se hunde incentivando las exportaciones y el empleo y estrangulando las importaciones, por lo que se sostiene el esquema. Grecia flota.

Paso cinco: “aviso a navegantes”. Como decía Voltaire en su novela Cándido, parece que en esta Europa nuestra, de ver en cuando hay que ajusticiar a un almirante “pour encourager les autres”. Grecia se lleva la patada en el culo destinada a Italia y España, sufre disturbios sociales y una desigualdad extrema, se acrecienta el poder de los partidos radicales. Aparece una gran dificultad para importar bienes, incluso de primera necesidad para los ciudadanos, debido a la depreciación masiva del dracma y a la nula industrialización local. Alemania aprovecha el ímpetu para forzar al resto de países “tibios” con las reformas. Los tanques avanzan hacia Dunquerque con paso firme.

Además de los factores externos, existen otros internos que apoyan esta dirección de los acontecimientos. Hay un incentivo enorme por parte de las clases extractivas griegas (complejo político-corporativo, como remedo del complejo industrial-militar existente en los dos bloques durante la Guerra Fría) para aceptar esta solución. Y es que ya tienen todo su dinero fuera. A ellos no les afectará la devaluación, porque han depositado su dinero en cuentas en Suiza y Londres, denominadas en moneda fuerte. Con la enorme devaluación que supondría la reconversión monetaria al dracma, estarían en disposición de comprar en dos o tres años muchísimos más bienes por el mismo precio.

Finalmente, una vez que la bomba está desactivada, las consecuencias son relativamente previsibles. Entre el grupo de los perdedores está el griego medio, que como decíamos, ya es el gran damnificado, solo que ahora está amortajado con cadenas, no sea que sepa nadar. Cuando se den cuenta, los empobrecidos griegos van a votar a Syriza y Amanecer Dorado pero no conseguirán nada, porque Europa ya está preparada para que Grecia no pague su deuda. Cosa que, por otra parte, un nuevo gobierno populista no tendría otro remedio que hacer, si no quiere languidecer como el actual. Los políticos griegos no pueden amenazar a Europa para obtener más dinero, porque su mínimo peso en el PIB europeo ya no es la gota que pueda derramar el vaso del euro.

Entre los ganadores de este gran juego europeo tenemos a los pagadores de impuestos de toda Europa, que ven cómo el crimen fiscal por fin tiene castigo, pero, sobre todo, a las élites extractivas griegas con su capital a salvo en el extranjero. Si tienen un capricho ya no se comprarán una isla, sino todo un archipiélago.

Para los ciudadanos griegos de a pie, la quiebra sería un alivio. Verán como finalmente ha terminado el esfuerzo para mantener la pretensión de pagar una deuda impagable. Un dracma devaluado sería un enorme impulso para las exportaciones y el turismo, que traería una promesa de empleo que mejore su insostenible situación.

A partir de ahora, para Alemania, pero también para Grecia, ese “Grexit” puede ser en realidad un “Gréxito”.

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