John Locke a la vista del historicismo y el evolucionismo

John Locke a la vista del historicismo y el evolucionismo

John Locke es un pensador curioso. La gente tiende a pensar en él como un racionalista, un contractualista y, en determinadas visiones (como las de Nozick y Rothbard) como un precursor libertario. Nosotros vamos a apuntar algunas consideraciones que puedan servir para situar a John Locke en una tradición historicista y evolucionista, vinculada a su papel como antecedente necesario de David Hume y del llamado “iluminismo escocés”.

Con esta polémica intención, vamos a manejar dos clases de argumentos. Intentando aislarnos del contenido textual de su más famoso escrito, los “Dos Ensayos sobre el Gobierno Civil”, vamos a centrarnos en lo que podemos llamar el “argumento epistemológico” por una parte y en lo que llamaremos el “argumento histórico” por la otra. Respecto del primero demostraremos que John Locke no es un racionalista sino un antecedente en términos de teoría del conocimiento de la tradición humana. En el segundo utilizaremos la “comprensión” (Verstehen) histórica para encontrar una interpretación alternativa de John Locke, intentando demostrar que no es iusnaturalista sino historicista.

Comencemos por las consideraciones epistemológicas. Estas cuestiones se recogen mejor que en ningún lado en su texto “Ensayo sobre el Entendimiento Humano”. Es importante tener en cuenta que este texto era considerado por John Locke su auténtica obra de pensamiento. Es en este libro donde Locke expone cuáles son las bases de su auténtico pensamiento filosófico (y no en los “Ensayos sobre el Gobierno Civil”). ¿Cuáles son las bases epistemológicas de John Locke? Fundamentalmente las siguientes:

  1. John Locke critica esencialmente el carácter innato de las ideas (planteamiento fundamental del racionalismo, tanto cartesiano como, en menor medida, kantiano) y se opone a toda clase de conocimiento a priori. Es un empirista para el cual el conocimiento sobre el mundo se deriva de la experiencia y donde la razón se limita a las analogías (un antecedente clarísimo de David Hume).
  2. Las ideas son producto de las sensaciones percibidas vía experiencia y a través de un proceso continuado y de aprendizaje donde razón limitada por las imperfecciones y experiencia sensorial evolutiva conviven y se complementan.
  3. La relación entre el lenguaje (que como sabemos a la luz de la teoría austriaca de evolución de las instituciones sociales tiene un componente evolutivo y espontáneo fundamental) es también muy importante en el pensamiento lockeano. El lenguaje, que para Locke determina en gran medida el pensamiento, está formado por palabras que no son otra cosa que abstracciones generales racionalizadas a través del uso de analogías a partir del conocimiento sobre las “condiciones particulares de tiempo y lugar” (por usar la terminología de Hayek).
  4. Encontramos también en John Locke una primera aproximación a la diferencia humeana entre proposiciones analíticas y sintéticas (el nombre propiamente es fundamentalmente kantiano, pero la idea ya está en Hume). De tal modo que la “verdad” lógica (analítica) está en la racionalidad de las palabras, pero el conocimiento sobre el mundo real (sintética) solamente puede adquirirse a través de los sentidos, de modo siempre limitado, y de continuas experiencias de prueba y error (las “cosas probables” de las que habla Locke).

Si esto es así, y podemos afirmar que la obra fundamental de Locke contiene esos puntos clave, entonces resulta fácil trazar una línea clara entre la epistemología lockeana y la tradición que, a través de Mandeville-Hume-Smith, desembocará finalmente de forma mucho más refinada en autores como Popper y Hayek. Tenemos por lo tanto, y en primer lugar, una línea epistemológica que conecta a Locke (de forma muy rudimentaria) con el evolucionismo austriaco hayekiano.

Con estos mimbres epistemológicos, un autor como George H. Sabine se sorprende de que John Locke, cuando se embarca en su obra política, no dé ese paso de “empirismo racionalizado” y se adscriba a las tesis del Derecho Natural. Queremos ahora, por lo tanto, demostrar mediante un acto de comprensión histórica que el “iusnaturalismo” lockeano es un falso “iusnaturalismo” y que en realidad Locke lo que defiende es una fundamentación histórica de las libertades de carácter evolutivo.

Los “Ensayos sobre el Gobierno Civil”, la obra política “fundamental” de Locke, se encuentran inscritos en un contexto político muy determinado, sin el cual no puede entenderse el contenido de la obra. Estos ensayos fueron originariamente encargados por Lord Shaftesbury y el partido whig para ser distribuidos (a modo de los actuales “argumentarios de partido”) entre los miembros del grupo político al que pertenecían (y en concreto en el seno del “Green Ribbon Club”). Finalmente estos textos fueron publicados en 1689 y 1690 con el fin de dotar de justificación “ética” al documento político del “Bill of Rights” de 1689 (la “Ley para Declarar los Derechos y Libertades de los Súbditos y para Determinar la Sucesión a la Corona”) aprobado con motivo del triunfo de la línea orangista sobre los legitimistas de la línea de los Estuardo. La publicación de los Ensayos es, por tanto, una justificación teórica para un cambio político sucedido en Inglaterra los dos años anteriores y que había sido patrocinado por el entorno político de Locke. Si no entendemos ese punto, los Ensayos son completamente incomprensibles en la línea de la obra lockeana. Se trata de textos redactados por encargo y publicados como justificación a un cambio dinástico.

Es indudable (y uno lo comprueba leyendo el “Bill of Rights”) que la “Gloriosa Revolución” de Guillermo III y los whig no es una revolución al uso, como se entiende hoy después de los casos francés y ruso de un siglo y dos siglos y medio después respectivamente. El concepto inglés de “revolución” es un concepto evolucionista e histórico de progreso. Es además un concepto conservador de progreso. La Revolución lo que ha hecho (a juicio de los whig) es poner fin a una serie de excesos de racionalismo constructivista impulsado por los Estuardo y su doctrina del “derecho divino de los reyes” y devolver a Inglaterra a su tradición jurídica y política anterior, la del Common Law y la evolución institucional. Tradición esta que los whig remontaban, por lo menos, hasta la “Magna Carta” de 1215.

¿Por qué siendo así entonces John Locke acude a usar el derecho natural, el contractualismo y otra serie de consideraciones iusnaturalistas y bíblicas en sus Ensayos? Mi propuesta de interpretación es la siguiente: Locke lo que buscaba era, usando el instrumental analítico de los partidarios del absolutismo, demoler sus conclusiones con el fin de justificar las pretensiones del movimiento whig. O dicho de otro modo, John Locke pretendía extraer “conclusiones liberales” de las mismas premisas de las que partían los absolutistas.

De este modo, el primer Ensayo que fue concebido como una crítica contra “El Patriarca” de Robert Filmer, hace continuo uso de los argumentos teológicos y bíblicos, que son los esgrimidos por Filmer para intentar demostrar su teoría del derecho divino de los reyes. Del mismo modo, el segundo Ensayo se planteó como una crítica contra la teoría hobbesiana del Estado (el otro gran modo de justificar el poder absoluto del monarca basada no en el derecho divino de los reyes sino en el consentimiento de los súbditos) y por ello emplea una estrategia basada en un supuesto “estado de naturaleza”, un presunto “contrato” entre los miembros del cuerpo social, y un nuevo “estado político” surgido de dicho pacto libre y voluntario. Es así como Locke, cuya filosofía está alejada del carácter innato de las ideas, utiliza argumentos “iusnaturalistas” y “divinos” para defender una “revolución” de tipo evolutivo fundamentada en una tradición histórica de las libertades de los ciudadanos ingleses.

Una posible crítica a la idea es la que parte de señalar que así como el primer ensayo está claramente orientado a refutar a Filmer (así lo expresa el propio Locke), en el segundo no hay rastro de una refutación expresa de Hobbes, sino que sería la “auténtica teoría política” de Locke. Utilicemos nuevamente la comprensión histórica: el texto de Filmer circulaba con gran éxito entre los absolutistas pues defendía la pretensión de derecho divino que tenían los Estuardo, no así el texto de Hobbes al que los propios absolutistas consideraban peligroso al afianzar la legitimidad del Rey en el consentimiento (siquiera sea muy pobre) de los súbditos a través del pacto. Es también obvio que, mientras que en época de Locke tuvo mucho más éxito el primero de los Ensayos (pues Filmer era el “enemigo”) pasando muy desapercibido el segundo, en los tiempos más recientes (cuando la obra de Hobbes ha sido finalmente rescatada del oscurantismo que sufrió durante mucho tiempo) este segundo ensayo lockeano ha cobrado importancia, hasta el punto de que actualmente muchas ediciones sólo reproducen éste olvidando completamente el primero.

Hemos intentado demostrar que John Locke ni es iusnaturalista ni racionalista. Para eso hemos usado su epistemología para ligarlo con la tradición evolucionista del conocimiento (a través de Hume hasta Popper y Hayek), así como la comprensión histórica del momento en que Locke escribe sus ensayos en defensa de la fundamentación histórica de los derechos de los ciudadanos ingleses. Por supuesto este análisis escueto puede ser complementado, matizado o criticado, pero creo que puede servir de base para situar a Locke en una tradición diferente a la que habitualmente se le atribuye, permitiendo con esta nueva luz asentarle en la tradición de la Escuela Histórica del Derecho y del evolucionismo institucional que vincula a Hume con Hayek.

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