La identidad desdichada
Alain Finkielkraut
Alianza Editorial
Por todos los lugares, y especialmente en Europa, vivimos tiempos de creciente desconcierto. La crisis económica nos ha situado de frente respecto de la incertidumbre, el desasosiego o la falta de esperanza en el futuro. No es que las crisis económicas no hayan sido fenómenos frecuentes en nuestra historia, pero algo ha cambiado hoy en día, que nos hace vivir y experimentar esa incertidumbre de un modo quizás nuevo y desconocido. Tal vez la razón de eso sea que la crisis económica no es la única que atravesamos. Simultáneamente (o quizás con anterioridad a la económica) para muchos pensadores y analistas afrontamos una suerte de equivalente en el plano moral y social: una «crisis de valores» o una «crisis de identidad».
El filósofo y ensayista francés (y, como el mismo autor nos recuerda en el libro, de ascendientes polacos) Alain Finkielkraut pertenece desde hace mucho tiempo al creciente grupo de personas que mantienen esa tesis. Recientemente, Alianza Editorial ha publicado su libro «La identidad desdichada», libro en que el autor aprovecha un fenómeno como el de la prohibición del velo en las escuelas públicas francesas y todos los debates generados por dicho acontecimiento para reflexionar sobre algunos de los problemas que han sido determinantes a su juicio para llegar a esa situación de crisis de identidad en Europa, y especialmente en el país en que reside, Francia.
Temas como las concepciones liberales y republicanas de los derechos y la ciudadanía, la galantería, la laicidad y sus diversas interpretaciones, el fracaso del sistema educativo, el desvirtuarse de la identidad nacional francesa, la pérdida del referente cultural en el marasmo del «cosmopolitismo posmoderno» (que con razón o no vincula a los nombres de autores como Vattimo o Badiou), o la transformación de la relación con el Otro son algunos de los temas que Finkielkraut analiza en el libro con su habitual deseo provocador y polémico.
Finkielkraut posee unos tratamientos que no están nunca carentes de controversia y que invitan a una reflexión contraria a la corrección política habitual tan generalmente dominante en la mayoría de medios de comunicación de la sociedad europea contemporánea. Y esto queda siempre plasmado en sus libros, de lo cual este ejemplar en concreto no queda exento.
Lo primero a lo que Finkielkraut nos invita en el libro es a reflexionar sobre la cuestión de la laicidad. Normalmente, se tiende a asumir que la prohibición del velo islámico en las aulas de la escuela pública francesa guarda relación directa con el carácter laico del estado francés desde los tiempos de la Revolución Francesa. Sin embargo, la cuestión de la laicidad, nos advierte el autor, es mucho más compleja de lo que a veces se entiende. Y es que no solamente la historia del proceso de secularización (muy especialmente en Francia) ha vivido etapas muy diferentes entre sí (no es lo mismo la concepción de Pascal, de Diderot, de Kant o de Constant por citar solamente dos autores), sino que hoy en día conviven dos formas muy diferentes de interpretar el fenómeno. Por un lado tenemos aquellos laicos y republicanos que conciben que todo símbolo relativo a las creencias religiosas debe quedar expulsado de la esfera pública porque resulta en sí mismo ofensivo para todo no creyente de un culto determinado. Por el otro tenemos a aquellos que desde posiciones liberales, y amparados no en la voluntad de Dios sino en los derechos de las personas, consideran que la libertad religiosa es un valor fundamental al que las personas no pueden verse obligados a renunciar por el hecho de ingresar en una escuela. Aunque Finkielkraut es partidario de la prohibición del velo en las aulas (él mismo lo afirma en el libro) reconoce los peligros de la concepción republicana que puede llevar a imponer el colectivismo pasando por encima de los derechos de las personas. Por eso, y siguiendo a Pascal, distingue entre la libertad religiosa (irrenunciable) y el espacio escolar como espacio concreto y al margen de la sociedad y sus pautas donde el deber es la preservación de la cultura.
Pero es que el problema del velo trasciende en muchos aspectos el propio de la laicidad y las concepciones liberal y republicana de los derechos y obligaciones. También la concepción de la mujer que viene implicada en el uso del velo entra, en opinión de Finkielkraut, en abierta contradicción con la historia y tradición cultural en Francia. Es aquí, por ejemplo, donde aborda las cuestiones propias de la galantería, una suerte de actitud (no carente de cierta condescendencia) que es frecuente en la tradición francesa. Finkielkraut, en defensa de esa actitud, tampoco esconde los excesos que dichas prácticas pueden llevar aparejadas (el caso del acoso llevado a cabo por el protagonista en el caso de Strauss-Kahn es buen ejemplo que aparece en libro), pero admite que es una actitud de fascinación que tal vez en Francia se conserva más que en ningún otro lugar, incluso tras el éxito del feminismo de la igualdad.
Pero quizás lo más preocupante para Finkielkraut es el modo en que la identidad cultural y nacional francesa se ha disuelto a partir de ciertos fenómenos (como el complejo por la explotación colonial) que han sido mal interiorizados. Al entrar en contacto con los otros, parecería como si la identidad propia resulta inconveniente, y para evitar ofender a ese Otro los franceses habrían acabado renunciando a sus señas de identidad.
Ese fenómeno de la «pérdida de identidad» ha tenido también su reflejo en el interior de las aulas. Allí, la distinción entre profesor y alumno se ha difuminado. Nuevos ambientes pedagógicos acabaron con las diferencias de consideración de una posición y otra en el seno de la escuela. En el pasado, por ejemplo, según Finkielkraut la llamada de atención por parte de un profesor hacia un alumno por no cumplir adecuadamente sus obligaciones como estudiante no tenía ningún componente de ofensa personal. El maestro hacía lo propio de su función, y el alumno era consciente de ese hecho. Sin embargo, en la actualidad, la relación entre el profesor y el alumno se ha vuelto «personal», y eso hace que cada una de las acciones sean interpretadas siempre desde el ámbito de la afectividad, una ruptura completa con la labor del maestro en la tradición de la Ilustración.
El libro de Finkielkraut ofrece estos y otros ejemplos. Históricos y actuales, con la introducción de pensadores tan diferentes como Barrès o Gianni Vattimo y con el análisis de fenómenos tan diferentes como el espíritu de la Ilustración francesa o el viejo impulso político propio del Romanticismo antirrevolucionario de autores como Edmund Burk o Joseph de Maistre.
Un libro que no va a dejar indiferente a nadie por su carácter controvertido y que, aunque siendo criticable en muchos aspectos la posición mantenida por el autor, ofrece una lectura fácil y diferente de fenómenos de gran actualidad social, política y moral.
*Publicado por Alianza Editorial, 2014.