No sé si recuerdan la fantástica película sobre Eliot Ness de Brian de Palma, con música de Morricone y un espectacular elenco donde brillaba el recientemente fallecido Sean Connery. Para mí esa película tenía una moraleja fundamental: a veces no es fácil distinguir a los buenos de los malos de la película simplemente por su comportamiento.
Vivimos en los últimos años una situación nunca vista en las economías occidentales. Su atonía, la fragilidad de sus empresas y el enorme endeudamiento público han obligado a los bancos centrales de muchos países desarrollados a llevar los tipos de interés a valores negativos. Todo ello ha hecho necesario plantearse cosas que, en apariencia, son un contradiós, como creer que se puede cobrar por tener una hipoteca.
Esta situación, en teoría temporal, tiene pinta de haber venido para quedarse, porque es un tipo de impuesto tan silencioso como eficaz. Por obra y arte de Super Mario, ahora los países como España, en vez de pagar por endeudarse ¡cobran! Con este truco digno de Houddini cuadramos el círculo: hay dinero para gasto social y no hay que apretarse el cinturón.
¿Quién podría impedir este aparente contrasentido? Se me ocurren dos grupos fácticos potencialmente no felices con este arreglo: la banca y “los ricos”. Estos últimos, en realidad, están contentos: a medida que bajan los tipos, la apuesta por los mercados de acciones es mayor (¿para qué comprar deuda si, en vez de pagarme, me cobran?), pero ese grupo social ya es dueño de gran parte de los mercados de valores, que no paran de subir. El segundo factor que podría detener esa revolución es la banca, que, al no ganar dinero con el negocio de intermediación financiera, detendría la rueda del capitalismo. Sin embargo veremos que no es así.
En los mercados financieros hay una serie de cosas que, como Alicia, pueden cruzar el espejo hacia otra realidad. Otras, en cambio, no pueden. Por ejemplo, los pagos reales de una hipoteca es difícil que sean inversos, haciendo que el que presta acabe pagando por prestar. Sin embargo, tipos de interés cada vez más negativos suponen que la deuda anterior sea cada vez más valiosa (permítanme recordarles que la relación entre tipos y precio de la deuda es inversa) siendo igual si es número es positivo o negativo. El resultado es que los bancos centrales pueden continuar bajando los tipos de interés, pero al mismo tiempo los bancos continuarán ampliando sus beneficios por operaciones financieras, ya que sus carteras de deuda serán cada vez más valiosas; lo importante es que no cese un ligerísimo descenso de tipos y… ¡voilá!
Por lo tanto, los bancos pueden sobrevivir al otro lado del espejo y han aprendido a vivir de unos márgenes muy bajos, engordar carteras de deuda con tipos negativos, aumentar las comisiones y, sobre todo, bajar de forma radical los costes. De muestra un botón: desde la crisis anterior y a pesar de la recuperación de la economía que se produjo posteriormente, en España hay casi la mitad de sucursales (la friolera de 22,000 locales menos) y 100,000 empleados menos.
Lo único que falta para completar el círculo de este truco de magia es cerrar la salida, cualquiera, porque en el momento en el que Juan Español se entere de que cada euro arduamente ahorrado que tiene en el banco va a valer cada año menos, igual hasta piensa guardarlo debajo del colchón ¡Dios no lo quiera!
La víctima propiciatoria es el dinero en efectivo. Ya ven como, poco a poco, está siendo asesinado: eliminación de los billetes de alta denominación (los famosos “Bin Laden”), cada vez más facilidades al pago electrónico y más limitaciones al pago en efectivo. Sin embargo, quedan otras dos alternativas al dinero electrónico, una antigua y una nueva: el oro y las cripto-monedas. Ambas tienen la capacidad para ejercer las funciones tradicionales del dinero: intermediar transacciones con efectividad y ser depósito de valor.
El oro es bastante engorroso de gestionar (pagar una barra de pan exigiría llevar un micrómetro calibrado) y su posesión es susceptible de ser prohibida. No sería nada nuevo, porque, de hecho, la posesión de lingotes o monedas de oro estuvo prohibida para particulares en EEUU entre 1933 y 1974.
La tecnología de las cripto-monedas es francamente útil y sería capaz de crear un entorno seguro de intercambio de valor, sin intervención de los bancos centrales, pero me temo que aquí es cuando aparece nuestro amigo Eliot para imponer la ley. ¿No les llama la atención que el proyecto Lybra, insignia de una todopoderosa empresa tecnológica americana como es Facebook, desapareciera del mapa en un abrir y cerrar de ojos? No tengan dudas, fue una visita de nuestro amigo Ness con sus amigos a Mark Zuckerberg: “Mark, no me malinterpretes, creo que el Lybra y en general las cripto-monedas son una gran idea, pero dicen mis jefes de la FED y el BCE que no les gusta la competencia”. De momento no se ha cerrado la trampa, pero no se extrañen si un día les envían a un émulo de Eliot a su casa, si acumulan demasiadas alhajas heredadas de una abuela coqueta.